miércoles, 30 de junio de 2010

El caso de Adam Carolla, o como la radio en Internet es rentable

Tenemos que cerrar el debate ya. La radio es un producto, basado en contenidos sonoros, que se transmite por cualquier canal y se recibe en cualquier dispositivo. Veo cada día ejemplos que nos demuestran la vitalidad del medio radio y que nos enseñan un camino a recorrer siempre y cuando partamos de esa base. Es decir, la radio no es solo el medio que transmitimos a través de emisores de FM, AM, DAB, DRM, o cualquier otra tecnología que permita su difusión por las ondas hertzianas. Ni mucho menos. Por eso me ha gustado tanto el recorrido que ha realizado Adam Carolla, un showman que hace un año y medio vió como clausuraban su programa en la emisora franquiciada por CBS en Los Ángeles. Carolla no dudó un segundo en seguir haciendo radio; aunque careciera de una estructura empresarial que le diera el soporte técnico tradicional. Su reflexión le llevó a pensar que hoy ya no es necesario contar con una red de emisoras, con unos postes que difundan la señal, para que el producto llegue a los oyentes. Y así fue. El 23 de febrero de 2009 lanzó su primer podcast. Un auténtico programa de auténtica radio. En su tercera semana ya había sido descargado 250.000 veces en Itunes desde Estados Unidos y Canadá. En poco tiempo ya tenía más de dos millones y medio de oyentes y, por tanto, se había convertido en un soporte comercial de gran atractivo. Si somos estrictamente sinceros hemos de añadir que Adam Carolla era ya un personaje de gran relevancia; un comunicador reconocido que contaba con una multitud de seguidores. Pero aún así, esta circunstancia, no venía más que a probar la capacidad que en esta nueva era tienen las personas – convertidas en auténticas marcas – frente a las corporaciones. Todos podríamos imaginar qué ocurriría con cualquier gran comunicador de los que dirigen los grandes programas que se emiten en cualquier país como el nuestro si hicieran el mismo ejercicio. Seguro que se llevarían también a masas importantes de oyentes que pasarían a escucharlos en su Iphone, en su teléfono móvil o su radio Wifi. Adam Carolla consiguió oyentes y rentabilidad económica. Es decir un modelo de producto y un modelo de negocio ambos sostenibles.

Por todo ello debemos pensar que la radio no solo sigue viva, sino que tiene más vitalidad que nunca. Su portabilidad y su capacidad de ser escuchada sin que tengamos que monopolizar nuestra atención en lo que llega a nuestros oídos, son los dos factores claves que harán de la radio un medio de futuro. Mientras la prensa escrita trata de encontrar su nuevo perfil, diseñando el nuevo formato de producto para el escenario digital, la radio lo debería tener claro. Su producto no debería variar demasiado; pero sí su distribución y los servicios asociados a su consumo.

Además en este mundo de competencia excesiva las marcas serán los auténticos propulsores del éxito. Adam Carolla es en sí mismo una marca, aunque su producto se difunda por las ondas o se descargue de Itunes. De ahí la importancia de que las grandes compañías de radio protejan más que nunca a sus marcas y desarrollen sin miedo una política clara de distribución de sus productos en los nuevos canales. No se debe temer a los nuevos jugadores tecnológicos – Google, Itunes, Microsoft, Twitter, Facebook, Nokia, etc. Todos ellos deben convertirse en meras herramientas de distribución, en plataformas que intermedien entre fabricantes de radio y usuarios. El mismo papel que juegan las tradicionales antenas para que la radio de siempre llegue a nuestros receptores.

miércoles, 16 de junio de 2010

La rentabilidad de las campañas es irrenunciable sobre todo en las Redes Sociales

Es imprescindible el apostolado en las empresas, en los medios y en las agencias para que se conozca la enorme potencia que tienen las redes sociales como herramienta de marketing. Pero en este momento sobra también cierta palabrería. No sé si me ganaré algunos enemigos con lo que voy a decir; pero llevo bastantes semanas oyendo mensajes en congresos, reuniones profesionales y jornadas monográficas, que olvidan que lo que busca la publicidad y las campañas es mejorar la cuenta de resultados de las empresas que las contratan. Es tan obvia esta afirmación que parece innecesaria e incluso estúpida. Yo sí creo en las redes sociales, en las nuevas formas de relación de los individuos, en la prescripción directa de productos y servicios por parte de las personas que nos siguen – amigos o followers – en Facebook o Twitter, estoy convencido además de que la revolución en la que vivimos cambia muchas reglas de juego y que hay corrientes incontrolables con las herramientas tradicionales. Es más, soy usuario de la mayoría de los medios, vivo en la era digital y me considero un precursor de los nuevos hábitos que han venido transformando a la sociedad. La Tercera Ola dibujada por Alvin Toffler, y en la que estamos inmersos, la definió como la de la descentralización, la desmasificación y la personalización; pero es una ola de sentido común y de racionalidad. Aún más, es un tiempo de simplificación en los procedimientos de trabajo que busca – en este tiempo de crisis más que nunca – la rentabilidad.
Por eso me cuesta tanto trabajo digerir afirmaciones como que no se puede pensar solo en el ROI o que los CRMs ya no tienen sentido. Creo, y voy a intentar explicarme, que aseveraciones de este tipo son negativas en la tarea de apostolado y formación en redes sociales. El ROI (del inglés Return On Investment) es imprescindible como herramienta aunque la forma de medición se deba revisar. En las redes sociales, está claro, los resultados de una acción pueden no ser inmediatos ya que el efecto rebote entre amigos o seguidores vendrá posiblemente en un segundo o tercer tiempo. Pero la rentabilidad llegará sin ninguna duda. Y por tanto el ROI existirá de todas formas.
Además ese tipo de afirmaciones a mí me hacen recordar siempre aquella frase de James Carville, asesor de Bill Clinton en su campaña de 1992: “¡Es la economía, estúpido!”. No puedo entender que nadie en ninguna empresa sujeta a una cuenta de resultados no se mueva por la rentabilidad. Por eso, de las muchas virtudes que nos ha traído este tiempo, hay que destacar esa capacidad que ahora tenemos de medirlo todo. No debemos nunca renunciar a ello. Es una conquista de la era digital para los profesionales del marketing y la comunicación. Para vender tenemos que tener información. Es la manera de apropiarnos del canal y manejar las campañas. Si decimos que hoy todo es mensurable no lancemos mensajes en el sentido contrario. Los clientes que manejamos con nuestros Customer Relationship Management – CRMs -- será bueno que los convirtamos en amigos en nuestras redes sociales, para hacer más creíble la prescripción de los productos. Pero siempre serán clientes; si rompemos ese orden de relaciones estaremos deshaciendo la base de nuestros negocios. Conozco a emprendedores y compañías que poseen comunidades y saben que el principal tesoro que guardan es su base de datos de usuarios.
Tenemos pendiente construir el nuevo modelo de negocio de los medios que habitan en esta nueva economía digital. Los mass media deben acomodarse al nuevo hábitat; pero entre las cuestiones a no renunciar debe estar siempre la rentabilidad, la búsqueda del ROI y la necesidad de medir los resultados.

jueves, 10 de junio de 2010

El drama de un mundo de tecnologías aisladas

Estamos construyendo un mundo tecnológico de islas mal comunicadas. En el tiempo en el que defendemos el mestizaje de razas y culturas, la tecnología y la comunicación se sumergen cada día más en un conjunto de ecosistemas que hablan idiomas distintos. Son universos no solo diferentes, sino que buscan intencionadamente no entenderse. Es la ley de la lucha por el mercado, en el que el usuario vale cada vez menos. Sí, se busca la mejor usabilidad, el menos peso de los dispositivos, las mejores gráficas, la mejor portabilidad, la mejor visión, el mejor sonido, etc. Pero todo ello solo en aras de ganar cuota de mercado. Entre todos nos hemos olvidado de que los usuarios son personas, con roles diferentes en distintos momentos del día; que además nos relacionamos con otras personas y viajamos a lugares más o menos remotos. Una de esas personas, usuaria de uno de esos ventajosos sistemas cerrados durante su tiempo de trabajo, gusta de llegar a su hogar y escuchar música en otro sistema cerrado; sale con sus amigos y comparte información pero ellos tienen otros sistemas cerrados; viaja profesionalmente y encuentra a otras personas que utilizan otro sistema cerrado. Es la realidad dramática del salvaje oeste tecnológico, en el que cada vez tiene menos valor la estandarización.
Además, en este mundo, los que desarrollaban herramientas que servían para exportar datos, contenidos o servicios de una a otra plataforma han terminado por agotarse hartos de perder batallas continuamente. Por eso, cada día el usuario, las personas que consumen tecnología, se enfrentan a la agotadora aventura de llevar sus contactos telefónicos de un terminal a otro con el que no se entiende; de traspasar su música de un reproductor a otro con el que no existe correspondencia; o de tratar de restablecer sus relaciones en las redes sociales cuando cambia de dispositivo. Aquellos desarrolladores de herramientas cross han ido perdiendo la paciencia y finalmente la guerra con los grandes emperadores de esta era.
Es paradójico también que todos quieran ser multi. Multitarea, multidispositivo, multimedia y multicanal. Pero pocos quieren que sus productos sean multiplataforma. Y es además porque los servicios los gestionan los dueños de esas mismas plataformas, sin interés obviamente por hacer que viajen de una a otra.
Por todo ello los grandes perjudicados son los usuarios pero también los fabricantes de contenidos. Las factorías de producción, los medios de comunicación y los distribuidores, tienen el reto de colocar su producto en mil formas distintas. El ejemplo de la Web es uno de los muchos que se podrían poner, donde un sitio debe tener una salida no solo para los distintos navegadores, sino también para el Iphone, Ipad, Android, televisores de gran formato, PS3, Xbox, etc. Con la música o con el video ocurre lo mismo. Podemos gestionar nuestras librerías con Itunes para nuestro Ipod , con Windows Media Player para el Zune y con PcSuite para nuestro Nokia. Nuestros mapas son de Navteq en el automóvil y de Google Maps en nuestro dispositivo de mano. Es decir, un escenario agotador sin lugar a dudas.
¿Por qué ocurre esto? Pues muy sencillo. Nadie piensa en el usuario sino en su cuota de mercado. Y los que podían desarrollar plataformas transversales no están en la batalla. La facilidad de uso y la practicidad se han perdido en aras de la lucha entre plataformas.
Eso sí, estoy convencido de que en un futuro, no próximo, reinarán otra vez las personas ante las empresas. Quizás en este tiempo de redes sociales e intercomunicación nos hayamos olvidado de lo realmente importante: el individuo.

martes, 1 de junio de 2010

Hace falta Innovación en el uso de los Medios Sociales desde los Medios de Comunicación

Es una relación todavía en primera fase. Ambos se están explorando y desconocen realmente hasta donde pueden llegar. Hablo de la interrelación de los Medios de Comunicación con los Medios Sociales.

Parto de la base de que la entrada en tromba de los Medios Sociales ha traído un nuevo orden mundial en la comunicación, en el que la información no va ya de uno a muchos – como ocurría hasta ahora con los mass media – sino que se difunde como un big bang de explosiones continuadas que van irradiando comunicación entre individuos. Es decir, el contenido informativo -- esa unidad molecular que se transmite desde el televisor, el aparato de radio o el periódico, hasta millones de personas -- ahora tiene un comportamiento diferente. Gracias a los medios sociales ese contenido rebota una y otra vez; se propaga mucho más allá; llega a receptores que no estaban a nuestro alcance – ni físico, ni ideológico, ni cultural – y multiplica la onda expansiva que los medios tradicionales venían generando hasta ahora. Es decir, hacen de microrepetidores que en gran número difunden una y otra vez cualquier cosa de interés que se les aproxima. De ahí la gran ventaja que el buen uso de los medios sociales tiene para el periodismo, la comunicación y la publicidad. Hoy, las noticias de los periódicos, los episodios de las series de televisión y los audios de los programas de radio, viajan a la velocidad de la luz gracias a Flickr, Youtube o Delicious – por poner solo algunos ejemplos. Las herramientas sociales agigantan la cobertura que teníamos. Y si del conjunto de los Medios Sociales, analizamos el subconjunto de las redes sociales, el análisis aún es más espectacular. Facebook, Twitter, Tuenti o Hi5 tienen una capacidad prescriptora de contenidos todavía mayor. Una noticia rebotada en Facebook o Twitter se expande una y otra vez de individuo a individuo, de grupo a grupo, y con el consejo o prescripción de un amigo o conocido.

Por eso, hasta ahora, todos los medios hemos hecho lo mismo. Subir nuestros contenidos en esos nuevos vehículos que viajan por las nuevas vías. Y ha sido una buena decisión, pero poco imaginativa. Hemos conseguido por ejemplo que las alertas informativas que antes utilizaban el correo electrónico para llegar a sus destinatarios ahora se transmitan por las redes sociales. Antes un sms o un correo electrónico nos informaban de un suceso, de que unas entradas salían a la venta, o del final de una serie televisiva. Ahora todo eso ocurre en Facebook o Tuenti.

Eso está bien. Pero no es suficiente. Estamos utilizando un vehículo con la potencia de un trasbordador espacial para movernos por la tierra. Por eso debemos dar un nuevo salto. Estamos obligados a innovar. No basta con utilizar como antenas a los individuos que llenan las praderas de las redes sociales. Busquemos nuevos modelos. Me ha gustado lo que ha hecho HBO con el lanzamiento de la última entrega de True Blood en Blue Ray. Los amantes de esa saga que reproduzcan los capítulos en un dispositivo conectado a Internet – por ejemplo la PS3 -- y que estén logados en una cuenta de Facebook verán como esa cuenta se actualiza a medida que van conociendo el desenlace de la trama. Por ejemplo, “Pepe Pérez está ahora mismo a punto de ver qué ocurre con la protagonista”. Lo cual es un buen ejercicio de viralidad y de gancho para atraer nuevos compradores del producto. Así que Imagínense ustedes ahora este mismo comportamiento para otros contenidos informativos, musicales, comerciales o de cualquier tipo en el que el usuario permita ese tipo de actualizaciones. Se abriría otro potente horizonte para la promoción de marcas, contenidos y servicios.

Es solo un ejemplo, pero sin duda marca un camino. La televisión, como medio, debería analizar qué hacer ante esa tendencia que nos señalaba Microsoft Advertising confirmando que un 70% de los consumidores accede a Internet mientras ve la televisión o dirigen su atención a Internet durante las pausas publicitarias. A eso se llama ya media meshing, y puede ser un problema o una oportunidad.

Un problema porque los mensajes de las pausas publicitarias pierden impactos pero una oportunidad porque desde esa conexión a la red pueden llegar, sobre todo desde las redes sociales, nuevos modelos de llegar a los usuarios.

En resumen, los Medios de Comunicación deben continuar apoyándose en los Medios Sociales, pero no basta con utilizarlos de propulsores hay que aliarse con ellos para que de la combinación de ambos salga un nuevo ecosistema con nuevos territorios para conquistar y una velocidad de transmisión desconocida hasta ahora.